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martes, 17 de septiembre de 2013

El mayor asesino en serie

Christman Genipperteinga fue un asesino en serie alemán del siglo XVI. Confesó haber matado a 964 personas en trece años de actividad. Si estas cifras fuesen ciertas, sería el mayor asesino en serie de todos los tiempos.

Era originario de Kerpen al suroeste de Colonia. Durante siete años instaló en una cueva en el pueblo de Bernkastel-Kues, cerca de la frontera con Francia y Luxemburgo. La cueva situada en una colina, le permitía controlar los caminos de los alrededores que conectaban Metz, Fráncfort y Colonia.
La actividad de Christman obedecía al patrón ladrón-asesino. Asaltaba a viajeros alemanes y franceses y los asesinaba. 

Se decía que un grupo de menos de cinco personas no estaba a salvo de él. Era habitual que matase también a sus colaboradores en los crímenes: una vez que llevaban el botín a su cueva, ponía veneno en su bebida o comida y tiraba sus cadáveres en otra cueva cercana.

Al poco tiempo de instalarse, se cruzó con la joven hija de un tonelero, su belleza hizo que no la matase, la llevó a su cueva y la mantuvo encadenada. Durante siete años la mujer sirvió sus necesidades sexuales y tuvo seis hijos, todos los mató al año de nacer.

Un día, tras mucho insistir que le dejase conocer más gente, Christman consintió que bajase al pueblo con la condición que no lo traicionase.

 Pero una vez en el pueblo la mujer tuvo una crisis y se puso a llorar y llorar amargamente. Muchos se compadecieron de ella, pero cuando alguien le preguntó sobre cuáles eran sus problemas, ella se negó a revelarlos. Presentada ante el alcalde, le instó a contar su historia, y aseguró, con referencia a las Escrituras, de que si se trataba de una cuestión de vida o el alma, ella debía contarlo pese a su promesa. Luego confesó todo lo que sabía.

Con el fin de coger con la guardia baja a Christman, se le dio un saco de guisantes, y con ellos, se marcó el camino hacia el complejo de cuevas. El 27 de mayo 1581, 30 hombres armados se dispusieron a capturarlo.
Dentro complejo de cuevas de Christman, se encontró una inmensa cantidad de botín, en forma de vino, carne seca y salada, armaduras, armas de fuego y otras armas, monedas y otros objetos de valor. Podría vivir una persona un año entero con todo aquello.

Christman llevaba un diario en el que se detallaban los asesinatos de 964 personas y el botín obtenido de ellas. El diario fue encontrado entre sus pertenencias. Además, Christman confesó fácilmente los asesinatos, y agregó que si hubiera llegado a su meta de un millar de víctimas, se habría satisfecho con ese número.
Fue ajusticiado mediante la rueda. El reo era colocado en una rueda de carro, de manera que los tobillos tocaran la cabeza, para lo cual las piernas debían dislocarse hacia arriba, poniéndose los brazos de manera que recorrieran todo el perímetro de la circunferencia. Tras esto, se enganchaba la rueda en un eje que a su vez se clavaba en el suelo, quedando la rueda elevada y en posición horizontal, con el condenado sobre ella. Si tenemos en cuenta que al reo también se le rompían las costillas, lo que hacía que la respiración fuera extremadamente penosa, la condena a “ser quebrado de arriba a abajo y luego llevado a la rueda” significaba una muerte lenta y dolorosa que se podía prolongar durante horas, e incluso hasta un día

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