Esta es otra de las pequeñas cuestiones de la vida cotidiana que poca gente conoce su respuesta a pesar de que cada vez es más típico encontrarse electrodomésticos y utensilios de este tipo en sus hogares.
¿Por qué no se oxida?
Pues como muchos pensaréis, es debido a su composición, diferente a la del acero común. El acero inoxidable se compone de hierro, cromo, manganeso, silicio, carbono y, en muchos casos, cantidades significativas de níquel y molibdeno. Estos elementos reaccionan con el oxígeno del agua y del aire para formar una película muy fina y estable que consta de productos de la corrosión tales como los óxidos metálicos y los hidróxidos.
El secreto se encuentra en uno de esos elementos, el cromo. Este elemento desempeña un papel muy importante en la reacción con el oxígeno para formar esta película de productos de la corrosión. De hecho, todos los aceros inoxidables, por definición, contienen al menos un 10% de cromo.
Esta película estable evita la corrosión adicional porque actúa como una barrera que impide el acceso del oxígeno y el agua hasta la capa de metal subyacente. Como la película se forma con tanta facilidad y de una manera tan compacta, unas pocas capas atómicas ya reducen el grado de corrosión a unos niveles muy bajos. Además, como esta película es mucho más delgada que la longitud de onda de la luz, cuesta verla sin usar instrumentos modernos, por lo tanto, aunque el acero experimente cierta corrosión a un nivel atómico, parece no estar oxidado.
Por el contrario, el acero común reacciona con el oxígeno del agua y forma una película bastante inestable de óxido o hidróxido de hierro que crece con el paso del tiempo y con la exposición al agua y al aire. Como tal, esta película recibe también el nombre de herrumbre u orín, y adquiere un grosor suficiente como para tornarse visible con facilidad poco después de entrar en contacto con el agua y el aire.
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